La relectura. La historia detrás de la historia.

La relectura, la historia detrás de la historia.

         Ya había descubierto desde pequeña la lectura, en ella podía soñar y cultivarme, pero además se convirtió en mi vocación. Había sido desde niña una lectora empedernida, recuerdo aquellos grandes momentos, por la tarde totalmente en silencio, en cualquier rincón, el tiempo se paraba cuando abría un libro.

         Muchas son las experiencias con los libros: releer pasajes, aprender poesía, analizar textos, comentarios literarios, pero recuerdo en especial un hecho ocurrido con uno de mis libros favoritos, Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley (Londres, 1797 – 1851), una de las obras románticas por excelencia. Baste decir que esta escritora, hija de un importante filósofo de la época, ya había escrito un poemario a los 10 años y nunca curso estudios académicos.

         Había disfrutado tanto la primera vez que leí la novela, que nunca pude quitármela de la cabeza, me parecía increíble que el hombre pudiese hablar con su creador y preguntarle por qué. Además de tantos matices de genialidad que tiene la obra, y que fuera creada para entretener a unos amigos que estaban en un caserón por la lluvia, los cuales no podían salir hasta que no cambiara el tiempo, esta obra fue creada en tan solo una semana y a sus 18 años.

         Sentía cada una de las páginas como si me las estuviera contando la propia escritora, así que el sentimiento ante esta novela era claro, la volvería a leer.

         Tan solo al leer las primeras páginas me di cuenta de que el libro había cambiado, ya no era el mismo. Todo era diferente: los personajes eran más reales que nunca, la historia parecía más cercana y hasta podía sentir como Elizabeth (prometida de Víctor) la ausencia de su marido. Todo esto cobra vida la segunda vez que lees un libro, la historia detrás de la historia.

         Cada historia va a transcurrir en un tiempo y en un espacio propio, aunque se compartan personajes. Al releer por segunda vez el libro, no solo puedes ver mejor esta segunda trama, sino que además conectas, prestas más atención o incluso descubres detalles, que el escritor por supuesto, no incluyó entre líneas por cualquier motivo, al igual que un pintor nunca elije por casualidad la predisposición de los personajes o el escenario.

         Entonces el arte puede cambiar. Dependiendo de la época que se esté viviendo, por supuesto no es lo mismo el principio del siglo XIX (comienzo de la ciencia para guiar al hombre), que el siglo XXI (la ciencia casi lo controla todo), pero además a nivel personal y local, no significa lo mismo como joven (descubre un libro casi rosando el terror) que cuando estas más formado académicamente y descubres la belleza del romanticismo.

         Cambia el libro y cambia el hombre porque el buen hacer perdura cuando puede amoldarse y adaptarse. Es antes y es ahora. Es eterno.

         En su comienzo una carta para informar y tranquilizar a la hermana de Walton de que su empresa continua bien, a pesar de sus preocupaciones, empresa que no es sino la de alcanzar el polo norte. Pero el explorador Robert Walton se encontraría con otra historia por el camino, que congelaría de terror los corazones de cualquiera que la escuche. Tan solo esta carta ya ha cambiado todo el libro.

«A la señora Saville, Inglaterra

San Petersburgo, 11 de diciembre de 17…

Te alegrarás de saber que ningún percance ha acompañado el comienzo de la empresa que tú contemplabas con tan malos presagios. Llegué aquí ayer, y mi primera obligación es tranquilizar a mi querida hermana sobre mi bienestar y comunicarle mi creciente confianza en el éxito de mi empresa.

Me encuentro ya muy al norte de Londres, y andando por las calles de Petersburgo noto en las mejillas una fría brisa norteña que azuza mis nervios y me llena de alegría. ¿Entiendes este sentimiento? Esta brisa, que viene de aquellas regiones hacia las que yo me dirijo, me anticipa sus climas helados. Animado por este viento prometedor, mis esperanzas se hacen más fervientes y reales. Intento en vano convencerme de que el Polo es la morada del hielo y la desolación. Sigo imaginándomelo como la región de la hermosura y el deleite. Allí, Margaret, se ve siempre el sol, su amplio círculo rozando justo el horizonte y difundiendo un perpetuo resplandor. Allí pues con tu permiso, hermana mía, concederé un margen de confianza a anteriores navegantes, allí, no existen ni la nieve ni el hielo y navegando por un mar sereno se puede arribar a una tierra que supera, en maravillas y hermosura, cualquier región descubierta hasta el momento en el mundo habitado. Puede que sus productos y paisaje no tengan precedente, como sin duda sucede con los fenómenos de los cuerpos celestes de esas soledades inexploradas. ¿Hay algo que pueda sorprender en un país donde la luz es eterna? Puede que allí encuentre la maravillosa fuerza que mueve la brújula; podría incluso llegar a comprobar mil observaciones celestes que requieren sólo este viaje para deshacer para siempre sus aparentes contradicciones. Saciaré mi ardiente curiosidad viendo una parte del mundo jamás hasta ahora visitada y pisaré una tierra donde nunca antes ha dejado su huella el hombre. Estos son mis señuelos, y son suficientes para vencer todo temor al peligro o a la muerte e inducirme a emprender este laborioso viaje con el placer que siente un niño cuando se embarca en un bote con sus compañeros de vacaciones para explorar su río natal. Pero, suponiendo que todas estas conjeturas fueran falsas, no puedes negar el inestimable bien que podré transmitir a toda la humanidad, hasta su última generación, al descubrir, cerca del Polo, una ruta hacia aquellos países a los que actualmente se tarda muchos meses en llegar; o al desvelar el secreto del imán, para lo cual, caso de que esto sea posible, sólo se necesita de una empresa como la mía.

Estos pensamientos han disipado la agitación con la que empecé mi carta y siento arder mi corazón con un entusiasmo que me transporta; nada hay que tranquilice tanto la mente como un propósito claro, una meta en la cual el alma pueda fiar su aliento intelectual. Esta expedición ha sido el sueño predilecto de mis años jóvenes. Apasionadamente he leído los relatos de los diversos viajes que se han hecho con el propósito de llegar al Océano Pacífico Norte a través de los mares que rodean el Polo. Quizá recuerdes que la totalidad de la biblioteca de nuestro buen tío Thomas se reducía a una historia de todos los viajes realizados con fines exploradores. Mi educación estuvo un poco descuidada, pero fui un lector empedernido.

Estudiaba estos volúmenes día y noche y, al familiarizarme con ellos, aumentaba el pesar que sentí cuando, de niño, supe que la última voluntad de mi padre en su lecho de muerte prohibía a mi tío que me permitiera seguir la vida de marino.

Aquellas visiones se desvanecieron cuando entré en contacto por primera vez con aquellos poetas cuyos versos llenaron mi alma y la elevaron al cielo. Me convertí en poeta también y viví durante un año en un paraíso de mi propia creación; me imaginé que yo también podría obtener un lugar allí donde se veneran los nombres de Homero y Shakespeare. Tú estás bien al corriente de mi fracaso y de cuán amargo fue para mí este desengaño. Pero justo entonces heredé la fortuna de mi primo, y, mis pensamientos retornaron a su antiguo cauce.

Han pasado seis años desde que decidí llevar a cabo la presente empresa. Incluso ahora puedo recordar el momento preciso en el que decidí dedicarme a esta gran labor. Empecé por acostumbrar mi cuerpo a la privación. Acompañé a los balleneros en varias expediciones al mar del Norte y voluntariamente sufrí frío, hambre, sed y sueño. A menudo trabajé más durante el día que cualquier marinero, mientras dedicaba las noches al estudio de las matemáticas, la teoría de la Medicina y aquellas ramas de las ciencias físicas que pensé serían de mayor utilidad práctica para un aventurero del mar. En dos ocasiones me enrolé como segundo de a bordo en un ballenero de Groenlandia y ambas veces salí con éxito. Debo reconocer que me sentí orgulloso cuando el capitán me ofreció el puesto de piloto en el barco y me pidió reiteradamente que me quedara ya que tanto apreciaba mis servicios. Y ahora, querida Margaret, ¿no merezco llevar a cabo alguna gran empresa? Podía haber pasado mi vida rodeado de lujo y comodidad, pero he preferido la gloria a cualquiera de los placeres que me pudiera proporcionar la riqueza. ¡Si tan sólo una voz, alentadora me respondiera afirmativamente! Mi valor y mi resolución son firmes, pero mis esperanzas fluctúan y mi ánimo se deprime con frecuencia. Estoy a punto de emprender un largo y difícil viaje, cuyas vicisitudes exigirán de mí todo mi valor. Se me pide no sólo que levante el ánimo de otros, sino que conserve mi entereza cuando ellos flaqueen.

Esta es la época más favorable para viajar por Rusia. Vuelan sobre la nieve en sus trineos; el movimiento es agradable y, a mi modo de ver, mucho más cómodo que el de los coches de caballos ingleses. El frío no es extremado, si vas envuelto en pieles, atuendo que yo ya he adoptado. Hay una gran diferencia entre andar por la cubierta y permanecer sentado, inmóvil durante horas, sin hacer el ejercicio que impediría que la sangre se te hiele materialmente Frankenstein o el moderno Prometeo en las venas. ¡No tengo la intención de perder la vida en la ruta entre San Petersburgo y Arkángel.

Partiré hacia esta última ciudad dentro de dos o tres semanas, y pienso fletar allí un barco, cosa que me será fácil si le pago el seguro al dueño; también contrataré cuantos marineros considere precisos de entre los que están acostumbrados a ir en balleneros. No pienso navegar hasta el mes de Junio; y en cuanto a mi regreso, querida hermana, ¿cómo responder a esta pregunta? Si tengo éxito, pasarán muchos, muchos meses, incluso años, antes de que tú y yo nos volvamos a encontrar. Si fracaso, me verás o muy pronto, o nunca.

Hasta la vista, mi querida y excelente Margaret. Que el cielo te envíe todas las bendiciones y a mí me proteja para que pueda atestiguarte una y otra vez mi gratitud por todo tu amor y tu bondad.

Tu afectuoso hermano,
Robert Walton»

Para comprobar todo esto, solamente tenéis que releer uno de los mejores libros que hayáis tenido. Y ver la historia dentro de esa historia y como todo cambia.

Nota importante: algunos libros envejecen mal, no todo es arte.

Publicado por

Las letras sabias de Cande

ESTUDIOS Licenciada en Filología por la universidad de La Laguna. 1994. Certificado de aptitud pedagógica. 1995 Diploma de participación en las II Jornadas de Humanidades Clásicas en la Universidad de la Laguna.(1988). Diploma de participación en el II Curso La Literatura Erótica Greco-latina.(1989). Diploma del Curso sobre la Elaboración de Unidades Didácticas. (1997). Diploma del curso Modelo Constructivo. (1997). Diploma de participación en el curso La Mujer en el Mundo Antiguo. (1993). Diploma de participación en el curso I Semana Canaria sobre el Mundo Antiguo. (1992). Diploma de participación en el curso II Semana Canaria sobre el Mundo Antiguo. (1993). Diploma de participación en el curso III Semana Canaria sobre el Mundo Antiguo. (1994). Diploma del curso de formación profesional: Inglés Gestión Comercial. (2001). EXPERIENCIA LABORAL Profesora en la Academia Jaeva (Arrecife). 1994-2000. Situación Laboral actual: Propietaria de la Academia Argana Alta.

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