Mis queridos maestros

 

Si con el paso de los años no has olvidado a tus maestros y maestras de primaria, seguro es porque dejaron en ti una huella imborrable grabada no solo en la mente, sino también en el corazón.

Me siento agradecida con todos los que me acompañaron en mis diferentes etapas de aprendizaje, pero recuerdo con mucho cariño y admiración a quienes supieron despertar en la niña que era entonces la curiosidad por aprender. Ellos, junto con mi tía Luisa, que por aquel entonces ya se encontraba estudiando magisterio en Tenerife y que los veranos impartía clases de apoyo a los niños y niñas del pueblo, sin duda contribuyeron a que desde pequeña tuviera claro que quería dedicarme a la enseñanza.

Quiero agradecer a mis maestros y maestras que impartieron sus clases en el actual colegio José Luis Albendea y Gómez de Aranda (en el municipio de San Andrés y Sauces en la isla canaria de La Palma) en el que estudié mi etapa escolar. Maestros vocacionales, a los que todo el pueblo ha tratado como don o doña, por el respeto que se merecen.

Recuerdo con especial cariño a la primera maestra que tuve, doña Luisa. Fue mi maestra de tercero y cuarto de E.G.B. Como maestra era buena, pero como persona era aún mejor. Doña Luisa me trataba con dulzura, me transmitía felicidad y siempre tenía una sonrisa o un detalle para su clase. Era tan buena que siempre nos perdonaba todo, pero como la confianza tiene un límite, un día me arrestó por no haber estudiado las conjunciones coordinadas. Como anécdota en su clase recuerdo que un día nos puso de tarea una redacción y me pidió que la leyera, pero yo no la había hecho, entonces, ni corta ni perezosa me levanté y comencé a inventar una redacción que simulaba leer en un cuaderno en blanco y gracias a mi imaginación todo quedó en un susto. Malos ratos de la infancia que ahora recuerdo con una sonrisa. Fui feliz en su clase.

En quinto de primaria aprendimos a resolver los tan temidos problemas matemáticos mejor que nadie porque don Ofredio se encargaba de que no nos fuéramos a casa sin dos o tres problemas que solía escribir en la pizarra. Tengo que confesar ahora que ya han pasado los años, que muchos días esos problemas los llevaba solucionados gracias a mi abuelo Juan que los resolvía con una facilidad pasmosa, como buen alumno que fue del maestro Cándido. También en este curso tuve el privilegio de recibir las enseñanzas de Doña Isabel, su elegancia, su pasión por la asignatura de lengua, su ilusión por enseñarnos y el amor por “sus niños” vienen a mí al evocarla. Presumo siempre de que gracias a ella aprendí las conjugaciones verbales y corregí mis faltas de ortografía pues nos insistía día tras día en ello con sus dictados y con sus juegos en círculo al preguntarnos los verbos. En numerosas ocasiones les cuento a mis alumnos lo mucho que aprendí gracias a ella. En período de exámenes la puerta corredera que separaba las aulas de quinto A y quinto B se abría y desde allí nos vigilaban a todos para evitar que cayéramos en una “mala tentación” y copiásemos. De ambos, recuerdo su paciencia y sus buenas palabras a pesar de que en algún momento tuvieran motivos más que suficientes para enfadarse.

Al llegar a sexto curso, la cosa cambió y mucho, porque ya teníamos un profesor para cada asignatura. Recuerdo como si hubiera sido ayer, la ubicación del aula, la mesa del profesor, la mía y la de varios compañeros. En sexto nos abrieron sus brazos doña Sila y doña Rosa y nos transmitieron muchos de sus conocimientos. Una de las mejores maestras que tuve fue doña Cecilia, conocida por todos en el pueblo como doña Sila. A Doña Sila le apasionaba su trabajo y eso se notaba en el aula, en sus apuntes. Me impartió las asignaturas de dibujo y sociales. Aún la recuerdo dictándonos sus apuntes sobre los Parques Nacionales de Canarias y enseñándonos a trazar sombras sobre el dibujo. Doña Sila fue “LA MAESTRA”. Buena maestra en el aula y buena vecina en el pueblo. A doña Rosa la recuerdo con cariño, sus apuntes de lengua en mis libretas apaisadas de resorte y su clase a primera hora de la tarde después del comedor. “Las campanas fueron tocadas por el cura” fue el ejemplo que nos puso para explicarnos la oración pasiva, la misma que yo sigo utilizando para explicarla.

De séptimo y octavo agradezco a don Tadeo, don José Luis, don Miguel y doña Carmela. Don Tadeo y don José Luis fueron mis maestros de inglés y de matemáticas, tan buenas personas que fueron más que maestros. Estaban entusiasmados como nosotros en sacar adelante el equipo de balonmano del colegio. Nos llevaban a los partidos en sus coches particulares como sardinas en lata, pero íbamos. Don Tadeo y su “S del susto” me dio más de un susto si no la colocaba en la tercera persona del singular en las formas verbales el presente simple. Mira que le costó a don José Luis (José Luis para todos) que entendiéramos las operaciones con fracciones que repetía una y otra vez. Para don Miguel solo tengo palabras de agradecimiento porque con él tuve mi primer contacto con los autores de la literatura española y sus obras, estudios que me fascinaron. Nos preguntaba cada semana el tema y ahí estábamos nosotros de pie junto a su mesa respondiendo a sus preguntas. Solo te daba el diez si lo sorprendías con algún detalle de la vida del autor que él no hubiera mencionado en clase. Los nervios nos comían por dentro esperando que no pronunciase nuestros nombres. Si doña Sila fue “LA MAESTRA”, doña Carmela fue “MI MAESTRA”. La maestra que dejó en mí la huella más profunda, a quien admiré desde el primer momento. Siempre fue estricta con todos, pero consiguió que aprendiéramos y mucho. Supo inculcarnos disciplina, tanta que sus deberes eran sagrados. Era impensable ir al día siguiente al colegio sin haberlos hecho. Me enseñó tan bien sus asignaturas de física y de química que aún soy capaz de formular o de resolver un problema, a pesar de que estudié una licenciatura de letras.

Algunos de estos maestros ya se encuentran disfrutando de su jubilación y otros desgraciadamente ya no están físicamente con nosotros, aunque gracias a su buena labor, siempre permanecerán en mi corazón y en el de muchos alumnos que estudiaron en el colegio de San Andrés y Sauces en su época de docencia.

También me gustaría mencionar a tres maestros más, aunque no fui alumna suya, sí lo fue mi hermana Evi. Sé que sentía por ellos un gran cariño pues siempre tenía buenas palabras para ellos al recordar su etapa escolar y no me hubiera perdonado que no los incluyera en este humilde reconocimiento. Ellos son: don Pepe al qué todos llamamos Pepín, doña Luci y don Jesús.

Antes de finalizar quiero decir que antes de comenzar a escribir estas palabras, le pregunté a mi hermano Pedro de qué maestro guardaba un mejor recuerdo por la influencia que dejó en su persona y coincide totalmente conmigo. Mucho de bueno nos dejaron cuando los exalumnos piensan de igual forma.

Y es que cuando un maestro ama su profesión y enseña con el corazón, sus enseñanzas seguro perduran en el tiempo. Año a año mis maestros y maestras sembraron muchas semillas que todavía hoy siguen germinando y dando sus frutos que ahora están recogiendo mis alumnos.

Mi más profundo agradecimiento a todos los maestros que no conciben la enseñanza que no sea con el corazón. Y un recuerdo especial para quienes compartieron aula conmigo, aprendizaje, risas, juegos, nervios…Seguro que todos ellos como yo, están eternamente agradecidos por haber tenido los mejores guías que nos encaminaron por el camino correcto.

Maria Candelaria Toledo Davila

Publicado por

Las letras sabias de Cande

ESTUDIOS Licenciada en Filología por la universidad de La Laguna. 1994. Certificado de aptitud pedagógica. 1995 Diploma de participación en las II Jornadas de Humanidades Clásicas en la Universidad de la Laguna.(1988). Diploma de participación en el II Curso La Literatura Erótica Greco-latina.(1989). Diploma del Curso sobre la Elaboración de Unidades Didácticas. (1997). Diploma del curso Modelo Constructivo. (1997). Diploma de participación en el curso La Mujer en el Mundo Antiguo. (1993). Diploma de participación en el curso I Semana Canaria sobre el Mundo Antiguo. (1992). Diploma de participación en el curso II Semana Canaria sobre el Mundo Antiguo. (1993). Diploma de participación en el curso III Semana Canaria sobre el Mundo Antiguo. (1994). Diploma del curso de formación profesional: Inglés Gestión Comercial. (2001). EXPERIENCIA LABORAL Profesora en la Academia Jaeva (Arrecife). 1994-2000. Situación Laboral actual: Propietaria de la Academia Argana Alta.

Un comentario en «Mis queridos maestros»

Deja un comentario