ME LLAMO SULEIMÁN
es una novela escrita por Antonio Lozano González, nacido en Tánger en 1956 y
vecino de Agüimes Gran Canaria.
Licenciado en traducción e interpretación,
es autor de varias novelas: HARRAGA, EL CASO SANKARA, PRELUDIO PARA UNA MUERTE,
DONDE MUEREN LOS RÍOS, entre otras.
TEMA
Varios son los temas que podemos extraer de
esta novela, la mayoría de ellos olvidados en el mundo occidental.
Uno de ellos es la importancia de la amistad
y de la familia. En África y en la mayoría de los países subdesarrollados, un
amigo es tratado y querido como un hermano y como tal se le ofrece ayuda de
forma incondicional. En el mundo desarrollado egoísta e individualista, es
impensable que alguien arriesgue su vida por conseguir el bienestar de toda la
familia e incluso del pueblo o que la amistad sea para toda la vida.
Otro de los temas presentes es la
solidaridad desinteresada que Aminata o Pablo ofrecen a quienes se han visto
obligados a emprender el viaje. Personas que actúan de buena fe pero que por
desgracia comienzan a escasear.
También destaca el tema del racismo y la
discriminación. El hombre blanco discrimina al negro, los marroquíes desprecian
a los de piel oscura aunque muchos de ellos hayan atravesado situaciones parecidas.
Además encontramos otros temas que son la
causa de muchos de los hechos que suceden, el hambre, las injusticias, la
corrupción política, lo poco que vale la vida humana sobre todo si tu piel es
negra, el miedo, el sufrimiento, la esperanza y los sueños por conseguir una
vida mejor.
RESUMEN
Suleimán, un chico de doce años nacido en
Mali y perteneciente a la familia Keita, toma la decisión de emprender EL
VIAJE. Nos cuenta que a pesar de la pobreza, tuvo una infancia feliz junto a su
familia y amigos pero con la llegada de la sequía el hambre acabó con todo atisbo de felicidad. Fue
entonces cuando comenzó a pensar que le había tocado “hacer el viaje” para salvar
a toda la familia.
Hacía tiempo que había oído hablar de los
que se atreven a salir del país para trabajar en la tierra de los blancos
porque entre sus amigos no se hablaba de otra cosa. Así fue como comenzó a
soñar con que él también emprendería el viaje, iría a Europa, ganaría dinero y
regresaría para montar su propio negocio. Soñaba con una tienda de alimentos
para que éstos no faltaran en su casa.
Un día su amigo Musa, al que llamaba
“hermano”, llegó con la noticia a la pandilla de que se iba con su hermano
Idrisa y animó a Suleimán para que les acompañase.
Así es como Idrisa, Musa y Suleimán dejan el
pueblo de Bandiagora para dirigirse a Bamako donde vivía Mamadú, el hermano
mayor de Musa e Idrisa. Allí pasaron unos meses trabajando para reunir un poco
de dinero que completarían con la ayuda de Mamadú quien les buscó los contactos
para poder salir de Mali.
Hacinados en un camión, cubierto con una
lona que los asfixiaba, hombres y mujeres procedentes de Burkina Faso, Costa de
Marfil, Níger (cuarenta y cinco hombres y doce mujeres) comienzan el viaje
rumbo a Marruecos, atravesando el desierto del Sáhara. Todos con el miedo en su
rostro.
Para mitigar algo el calor viajaban de noche
y descansaban de día.
Al tercer día de viaje fueron interceptados
por una patrulla argelina, a los que tuvieron que entregar el poco dinero que
llevaban para que les dejasen continuar el viaje. Consiguen llegar a un oasis y
allí descansaron unas horas antes de iniciar el penúltimo tramo del viaje que
los llevaría a Marruecos.
En Marruecos, algunos de los pasajeros del
camión se separaron del grupo porque deciden intentar la entrada a España por
Ceuta mientras que otros probarían saltar la valla de Melilla. Esa noche,
Idrisa, Musa y Suleimán decidieron descansar en una pensión hasta que al anochecer
el camión los trasladase a su destino, las cercanías del bosque donde
permanecerían escondidos hasta que llegase el momento de saltar.
Y así llegó la noche en la que intentaron
sin éxito saltar la valla. Una bala alcanzó a Idrisa y Musa y Suleimán pararon
para auxiliarlo. Sólo unos minutos pudieron llorar sobre su cuerpo porque la
policía Marroquí los detuvo a golpes y empujones.
Pasaron muchas horas en un calabozo
esposados en parejas hasta que los subieron a un autobús del que todos pensaron
que los llevaría a casa, pero por desgracia, tras ser liberados de sus esposas
(todos menos una pareja a la que las esposas se resistían) fueron abandonados
en medio del desierto.
Todos estaban muertos de miedo pues sabían
que les esperaba una muerte segura, pero decidieron hacerle frente y
emprendieron la marcha aunque pronto el cansancio, el hambre, la sed y el sol
acabaron con las pocas fuerzas e ilusiones que les quedaban.
Pronto uno de los que continuaba esposado se
desvaneció y murió y aunque trataron por todos los medios de separar al
compañero rompiéndole las esposas, no lo consiguieron y no tuvieron más remedio
de abandonarlo a pesar de sus gritos de suplica, gritos que nunca olvidarían.
Muchos dejaron su vida en aquel desierto,
entre ellos Musa, al que Suleimán lloró y enterró a pesar de las pocas fuerzas
que le quedaban.
Cuando ya se habían resignado a morir,
enviados por Dios, apareció una patrulla del Frente Polisario que estaba al
tanto de que un grupo de subsaharianos había sido abandonado en el desierto. La
noticia había dado la vuelta al mundo.
Quienes aún permanecían con vida fueron
atendidos por los médicos en sus campamentos y pronto recuperarían las fuerzas.
Allí Suleimán conoció a Mustafá quien se
convirtió en su mejor amigo desde que Musa se fue.
Con el paso de los meses, unos hombres que
habían venidos de Europa hasta el campamento les comunicaron que los
devolverían a sus países de origen, pero como Suleimán no quería regresar a su
casa con las manos vacías, fue conducido hasta la casa de la tía Aminata, que
dedicaba su vida a ayudar a quienes no lo habían logrado a la vez que luchaba
por conseguir un planeta mejor. Vivía en Bamako, dedicada en cuerpo y alma a
los jóvenes sin esperar nada a cambio, era una de esas pocas almas caritativas
que escasean. Fue ella quien animó a Suleimán a que hablase con Mamadú y con su
esposa Jadisa pues no se había atrevido a contarles lo ocurrido.
Un día se armó de valor y tocó en la casa.
Jadiya supo al verlo que no era portador de buenas noticias y lo condujo hasta
Mamadú a quien contó con detalle todo lo ocurrido pues éste así se lo pidió.
Por esos días Suleimán abandona el hogar de
Aminata y comienza a trabajar para ganarse la vida hasta que comienza a
preparar su segundo viaje a pesar de que Aminata les hizo prometer que jamás lo
intentarían. De nuevo Mamadú volvió a ayudarlo. Este segundo viaje lo
realizaría por mar. Partirían de Senegal con destino a las Islas Canarias donde
sería acogido porque aún era menor de edad.
Así un día se subió al segundo camión esta
vez con dirección a la costa de Senegal donde esperaría por el cayuco. Horas
más tarde, bajo la noche oscura ya se encontraban navegando.
Al amanecer, muchos contemplaron por primera
vez la inmensidad del mar. Todos quienes allí se encontraban, huían del hambre,
de las injusticias, de las persecuciones, todos iban en busca del trabajo que
les proporcionase una mejor vida a ellos, a sus familias e incluso a toda la
aldea.
Los primeros días transcurrieron escuchando
las historias personales que les habían empujado a tomar la decisión de
embarcarse, pero pronto llegaron los problemas. El viaje se alargaba más de lo
previsto, así que había que racionar el agua y la comida e incluso se vieron en
la obligación de apagar el motor durante la noche para ahorrar combustible.
El séptimo día se acabó la comida y el agua
estaba en mínimos. Al amanecer del octavo día, un grito desgarrador de una de
las madres comunicaba la primera de las muertes. Su bebé había fallecido en sus
brazos y fue necesario lanzar el cadáver al mar a pesar de la negativa y el sufrimiento de la madre.
Al día siguiente divisan tierra, pero antes
de pisarla una vida más se había de quedar en el camino. Otro bebé fallecería.
Al llegar a tierra y a pesar de que no lo
esperaban fueron atendidos por los cuerpos de seguridad.
Suleimán fue conducido a un centro de
menores y en unos días se le practicó una prueba ósea que determinó que en
efecto era menor de edad.
Entre el centro y la asistencia obligatoria
al instituto pasó los años hasta que por fin cumplió la mayoría de edad. Por
fin llegó el momento que esperaba, ya podría trabajar.
Al salir del centro, con la ayuda de Pablo,
que llevaba una organización que ayudaba a los inmigrantes, encontró trabajo
como peón y a pesar de que se aprovecharían de su situación de indocumentado,
Suleimán estaba encantado porque podría enviar dinero a su familia. También con
la ayuda de Pablo encontraría una casa que compartiría con otros africanos.
Así estuvo varios meses hasta que un día
mientras caminaba por las calles, fue detenido por un policía, un antiguo
compañero de instituto, por carecer de documentación.
Fue devuelto a su tierra. Todo había acabado,
pero Suleimán no le guarda rencor.
ESTRUCTURA
La estructura externa de la novela divide a
ésta en veintidós capítulos que utilizando una narración lineal nos van
contando las dificultades a las que quienes emprenden el viaje se tienen que
enfrentar.
La estructura interna divide la obra en tres
partes:
Una primera parte que abarcaría los tres
primeros capítulos y en los que Suleimán nos habla sobre su familia, su aldea y
de cómo surgió la idea del viaje; una
segunda parte que se extendería desde el capítulo cuatro hasta la mitad del
veintidós en los que el protagonista nos cuenta todo lo que vivió hasta su
llegada a Gran Canaria; y una tercera parte que va desde la llegada a la isla
hasta el final del libro en el que la policía lo detiene y lo envía de regreso
a su casa.
PERSONAJES
SULEIMÁN: Es el único protagonista de la
novela. Un joven de 15 años que cuenta la historia intensa de su corta vida,
como empujado por las circunstancias de pobreza en la que vivía su familia se
ve obligado a arriesgar su vida dos veces por intentar llegar a Europa.
Las terribles circunstancias a las que debió
hacer frente en los dos viajes llenarían el alma de este niño de dolor para
siempre. Ver morir a sus “dos hermanos”, tener que abandonar a una muerte
segura en el desierto a uno de sus compañeros de viaje, arrojar al mar el
cuerpo del bebé fallecido.
El mismo Suleimán dice en el último
capítulo: “sentía como si aquel niño que decidió un día hacer el viaje no era
yo. Como si todo esto me hubiera ido transformando en otra persona… como si vivieran
dos personas distintas en mí, la de antes del viaje y la de después del viaje”.
MUSA: Es quien convence a Suleimán para que
lo acompañe a hacer el viaje, es “su hermano”.
Muere en el desierto y Suleiman lo enterró con sus propias manos a pesar del gran dolor que sentía y su muerte supuso un gran sufrimiento para nuestro protagonista.
IDRISA: Es el hermano de Musa y también dejaría su vida intentando conseguir el sueño. Murió atrapado en la valla de Melilla.
AMINATA: Dirige un centro en Mali para
ayudar a los menores repatriados que no querían regresar a su casa. Su vida
gira en torno a ellos y representa la bondad, la ayuda desinteresada, el amor,
la compañía, el buen consejo.
MAMADÚ Y JADIYA: Mamadú es el hermano mayor
de Musa e Idrisa que ayudó a los jóvenes a preparar el viaje, quien consiguió
los contactos y quien los ayudó económicamente.
Jadiya es su esposa, ambos saben que en
áfrica no hay futuro y por ello, a sabiendas de lo arriesgado del viaje,
ayudaron a los chicos a marcharse.
NARRADOR
El narrador de la novela es el mismo
protagonista, Suleimán, es pues un narrador en primera persona en el que el yo
protagonista nos cuenta desde la cercanía las tragedias a las que tuvo que
hacer frente siendo todavía un niño. Nos cuenta su sufrimiento con palabras
desgarradoras pero libres de rencores, con ese amor infinito que la buena gente
desprende.
ESPACIO
Varios son los lugares en os que transcurre
la novela: el pueblo natal del protagonista, Bandiágara, la ciudad de Bamako,
el desierto del Sahara, los montes de Marruecos, los campamentos saharauis,
Senegal, el océano Atlántico, Gran Canaria y vuelta a Mali.
TIEMPO
La novela transcurre aproximadamente en
cuatro años. Desde que Suleimán tiene quince años y vive aún en su pueblo
natal, hasta que con diecinueve años fue detenido y devuelto a su país.
LENGUAJE Y ESTILO
La realidad tan atroz que sufre el
protagonista es relatada con una crudeza en ocasiones extrema hasta el punto de
que el autor consigue según Domingo Nofuentes Hernández: “que el lector pueda
meterse en la piel de Suleimán” y dice también del autor que: “gracias a su
sencillo y genial estilo…logra rehuir los detalles tremendistas, recreando el
sufrimiento y dolor humano con una sagaz sutileza que nos permite deslizarnos
sobre el drama sin caer en el morbo fácil”.
CONCLUSIÓN
El libro pretende dejar sobre la mesa la
difícil situación a la que se enfrentan quienes deciden hacer el viaje
engañados por las mafias y desprotegidos de quienes pudiendo evitar tanto
sufrimiento no actúan.
Es imposible no meternos en la piel de
Suleimán. Sufrimos con cada una de las diferentes situaciones a las que tuvo
que hacer frente. Perder a su “hermano Musa”, enterrar a Idrisa, abandonar en
el desierto a una muerte segura a uno de los compañeros del viaje, arrojar el
cuerpo del bebé al mar, son sufrimientos extremos que marcarían para siempre a nuestro
niño Suleimán.
La habilidosa narración de Antonio Lozano
hará que el lector comparta viaje y desdichas con el muchacho.
Destacan también en el libro los valores
humanos que ya se han perdido en Europa y en África, a pesar de la pobreza
continúan siendo muy importantes, la amistad, la familia, el amor
incondicional, el esfuerzo.
Para finalizar quiero hacer mención a
alguno de los fragmentos del libro:
“Desde que los blancos empezaron a llevarse
como esclavos a los hombres y mujeres”.
“La pobreza no me impidió ser feliz en los
años de la infancia. Con tener tu ración diaria de “to”, unos amigos con quien
jugar y los brazos de la madre”.
“La miseria se come a tu familia, a tus
vecinos, a tu ciudad, a tu país. La infancia desapareció de golpe”.
“A Mali le hubieran rajado un costado con un
cuchillo, y por ahí se desangra el país”.