MUJERES CORAJE
MIS BISABUELAS
No quiero dejar pasar la oportunidad de elogiar la figura de dos mujeres luchadoras y valientes de mi familia a las que tuve la suerte de conocer lo suficiente para darme cuenta de que eran diferentes, de que tras su debilidad de ancianas afloraba un carácter recio y curtido y una sabiduria que habían adquirido con los años obligadas por las circunstancias que vivieron.
Dos mujeres “bien plantadas” que no conocían el significado de la palabra abandono o rendición y que se enfrentaron con coraje a las adversidades de la España de principios de siglo así como a los infortunios que la vida les depararía.
Las dos se llamaban María, aunque eran conocidas por su apodo, vecina la una de la otra, centenarias ambas, vivieron diferentes etapas de la historia de España ( Monarquía de Alfonso XIII, Golpe de Estado de Primo de Rivera, Segunda República, Guerra Civil, Gobierno de Franco y la Restauración de la Democracia con Juan Carlos I).
Una de ellas era conocida por todos como MARIA “PASTORA”. Viuda y con cinco hijos a su cargo, compaginó el duro trabajo en una empaquetadora de plátanos con el cultivo de sus propias huertas. Cuentan de ella que era una mujer enérgica, incansable y trabajadora, hasta tal punto que algunos peones que contrataba para que le ayudasen en las tareas del campo se avergonzaban porque no podían seguir su ritmo de trabajo. Con su puro en la boca y a golpe de azada supo plantarle cara a la vida.
Recuerdo de ella su risa, su pañuelo negro y el cariño y respeto que todos le tenían.
A la otra la llamaban MARÍA “JURONA”. También enviudó y tuvo que sacar adelante a sus cuatro hijos que desde muy temprana edad tuvieron que ganarse el jornal. Siempre fue una mujer adelantada a su tiempo, sabía leer y escribir perfectamente y se defendía con las cuentas. Cuando sus hijos terminaban la jornada de trabajo los enviaba a clase del Maestro Cándido para que aprendieran “las cuatro reglas” como entonces se decía.
Tal era su coraje que se atrevió a esconder en una cueva cercana a su casa donde criaba animales y en un zulo bajo el suelo de madera de su habitación a un vecino republicano para salvarle la vida, a sabiendas que arriesgaba la suya y la de sus hijos. A punto estuvo de ser descubierta en un registro de su casa, porque en un pueblo pequeño todo termina saliendo a la luz. El caso es que allí lo tuvo oculto hasta que con la cédula de un amigo falangista pudo escapar por las cumbres de la isla y embarcarse a Tenerife donde pasaría desapercibido.
Recuerdo de ella su cuerpo diminuto, el vaso de vino tinto con el que acompañaba su almuerzo, su bastón y su habilidad para narrarnos cuentos.
Este artítulo va dedicado a todas las “MARÍAS” que afrontaron esta etapa dura de la historia de España sacando adelante a sus familias, que sufrieron por las muertes injustas de su familiares y que a pesar de todo no perdieron la sonrisa.