Nacida sobre coladas de malpaises agrestes, traza sendas sinuosas una bella silueta de una veredita estrecha. Es una vereda esbelta, llana, fácil de ser caminada, a pesar de que el volcán Indomable y endiablado se entretuvo caprichoso retorciendo algún recodo de su lajial enredado. Desnudos pasos cansados a diario la trajinaban. Pastores guían rebaños, campesinos mula vieja. Trasiego de agua y cosecha. Con el paso de los años nadie ahora la pasea. ¡Mísera vereda vieja! sola, triste y olvidada va perdiendo su figura y aunque opone resistencia, un fino musgo verdoso comienza a quebrar sus grietas. Tiernos veroles rosados brotan de su alma seca y en un chaboco cercano, una higuera centenaria, que en primaveral milagro se cubre de hojas tiernas, ya luce su fruto fresco. Allá, sobre las laderas, las viñas tintan de verde las medias lunas de piedra.
Hermoso relato 👏
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