Inquieta cae la tarde, busca besar con sigilo los rincones otoñales serenos de los domingos, domingos dulces de Yaiza. Mientras, el alisio suave susurrándome su amor se atrevió a besar mi cara entre caricia y caricia que va brindándome el sol. Sigue la tarde cayendo, sobre el marrón casi negro de las igneas montañas, ensombreciendo el camino, adormeciendo las casas. Todos los caminos viejos que en calma ofrecen paseos me llevan hasta la plaza. Sombra de ombú solitario vigilante está a la entrada. Me invita a pedir Remedio, Remedios de mi esperanza.