Paseando Yaiza

Inquieta cae la tarde,
busca besar con sigilo
los rincones otoñales
serenos de los domingos,
domingos dulces de Yaiza.

Mientras, el alisio suave
susurrándome su amor
se atrevió a besar mi cara
entre caricia y caricia
que va brindándome el sol.

Sigue la tarde cayendo, 
sobre el marrón casi negro
de las igneas montañas,
ensombreciendo el camino,
adormeciendo las casas.

Todos los caminos viejos
que en calma ofrecen paseos
me llevan hasta la plaza.
Sombra de ombú solitario
vigilante está a la entrada.
Me invita a pedir Remedio,
Remedios de mi esperanza.